Raul Zelik

«El fascismo es la exclusión y la muerte, nosotras y nosotros tenemos que ser la inclusión y la vida»

Raul Zelik es escritor, politólogo y traductor. En su último libro Zombis del capital (Txalaparta, 2023), Zelik conjuga la tradición marxista con la necesidad de rearmar los discursos de la izquierda frente al auge de los “monstruos políticos” y el colapso climático.

En tu último libro, Zombis del capital, hablas del resurgimiento de los “monstruos políticos”, utilizando la metáfora de Gramsci. ¿Cómo explicas el nuevo auge de la extrema derecha?
Diría que hay dos razones principales. Primero, ante la crisis socio-ecológica global hay un temor generalizado de que recursos fundamentales puedan escasear en el futuro. Ya que en nuestras sociedades neoliberales ya no hay un imaginario solidario, la gente busca “soluciones” excluyentes. Con el racismo y el cierre de fronteras, las capas medias globales –lo que antes llamábamos “aristocracia obrera”– buscan defender su bienestar relativo.


Lo segundo es la contradicción fundamental del pensamiento liberal: promete una democracia entre iguales que es inviable a causa de la desigualdad económica. En una sociedad de clase, la democracia nunca dejará de ser formal. Mucha gente se da cuenta que en realidad no manda el pueblo sino los propietarios. Pero como ya no hay conciencia de clase, la gente se vuelca hacia la derecha que simula ser “anti-élites”. Es una de las razones por las que Trump ganó las elecciones en antiguos cinturones industriales.


También hablas de que aunque a menudo se explica el fascismo como una idea antagónica al liberalismo, en realidad es una radicalización del mismo.
El historiador israelí Ishay Landa ha escrito un libro excelente sobre el tema: The Apprentice's Sorcerer. De hecho, el fascismo y el liberalismo comparten su entusiasmo por la competencia y la “supervivencia del más fuerte”. Tampoco es cierto que el fascismo esté en contra de la empresa privada. Los nazis protegieron la gran industria alemana.


Pero Landa señala otro aspecto más. Según él, los liberales siempre llegan a una bifurcación, a un dilema. Si realmente son defensores de la democracia, se plantearán una distribución más equitativa de la riqueza y se acercarán a políticas socialistas. En cambio, si la defensa de la propiedad privada es lo más crucial para ellos, se acercarán a posiciones fascistas tal como ocurrió con el neoliberal norteamericano Milton Friedman, que llegó a apoyar el golpe militar de Pinochet en Chile. Según Friedman, había que defender el patrimonio privado contra los deseos socialistas de la mayoría.


No es un caso singular. En realidad, muchos nacional-liberales alemanes e italianos de los años 1920 y 1930 terminaron siendo fascistas. El NSDAP era un partido (pequeño) burgués liberal-conservador radicalizado. De obrero y socialista, en cambio, tenía poco.


Las ideas reaccionarias no solo florecen en el campo contrario. Cada vez vemos más casos de sectores de izquierda que acogen ese tipo de ideas conservadoras, algunos incluso planteando esa como la mejor vía para competir con el fascismo. ¿Es esa una estrategia válida?
Es una estrategia totalmente absurda. ¿Cómo quieres parar al fascismo con una política anti-feminista? ¿Qué conciencia de clase internacionalista tienes si niegas tu solidaridad al obrero inmigrante? Es el oportunismo de hoy. Antes la izquierda se hacía socialdemócrata para estar más cerca al discurso hegemónico. Ahora, algunos izquierdistas copian a la ultraderecha.


¿Cómo podemos combatir esa infiltración de ideas de extrema derecha en nuestro campo político?
Lo primero es desarrollar una solidaridad que no tenga límites. La opresión de las mujeres o de los inmigrantes es igualmente grave que la de los trabajadores industriales. La izquierda revolucionaria siempre ha defendido una emancipación integral de los seres humanos.
Lo segundo es el análisis. Una vez que has entendido que vivimos en un sistema económico global con clases globales y divisiones patriarcales, racistas e imperialistas, buscarás mecanismos para unir los temas de género, racismo, ecología y clase.


Una de las nuevas tendencias al alza en los movimientos reaccionarios es el ecofascismo. ¿De qué hablamos cuando hablamos de ecofascismo?
No creo que el ecofascismo sea una amenaza real. La teórica Hannah Arendt dijo que el fascismo es la alianza entre las élites económicas y el populacho. Las élites económicas de hoy existen porque acumulan capital. Y esto ocurre gracias al metabolismo capitalista con la naturaleza. Es decir, las élites nunca van a estar a favor de restringir el proceso de acumulación capitalista. Se opondrán a cualquier política ecológica real. Por eso que nunca veremos un “capitalismo verde”. Esta opción, simplemente, no existe.

 

 
 

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Lo que sí puede haber son grupos fascistas que sueñan con un retorno a un feudalismo agrícola en pequeñas tierras cerradas sobre sí mismas. Por eso me parece peligrosa la romantización de la vida ancestral. Las comunidades tradicionales también pueden ser explotadoras, patriarcales, etnicistas ... Pueden suponer una regresión política.


El ecofascismo como movimiento político fuerte no creo que vaya a tener peso.


Ante esta realidad compleja, ¿cuáles son las vías o estrategias para combatir al fascismo de manera eficaz?
Tejer redes solidarias tal como lo estáis haciendo. La huelga de Huerta de Peralta en Nafarroa es un buen ejemplo de cómo organizar una lucha solidaria transfronteriza. Y también creo que hay que reactivar la idea de que el pueblo vasco y cualquier otro pueblo del mundo tiene que ser una comunidad de lucha y solidaridad abierta para todos los que quieran sumarse. El lazo de pertenencia de la derecha es la sangre. El lazo nuestro debe ser la solidaridad vivida en las prácticas diarias. El fascismo es la exclusión y la muerte, nosotras y nosotros tenemos que ser la inclusión y la vida.

Raul Zelik
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