Susanne Schultz & Martin Rapp

«La situación ahora en Moria es consecuencia de políticas que el Gobierno de Merkel ha impulsado desde siempre»

talaia10 Sussane Schulz Susanne Schultz, socióloga y miembro del consejo científico de la Fundacion Rosa Luxemburg, miembro de los grupos “Respect Berlin” en defensa de los derechos de migrantes sin papeles y trabajadoras del hogar y la red “Ciudad Solidaria Berlin”
talaia10 MArtin Rapp Martin Rapp, periodista y educador sindical y miembro de la red “Tribunal NSU-Komplex auflösen” (en favor de la disolución del complejo del NSU)

 

Para comenzar, es destacable que el año 2015 en el punto álgido de la mal-llamada “crisis de refugiados”, Alemania, con Merkel a la cabeza, quiso situarse en una posición de liderazgo en Europa, planteando su disposición a acoger a miles de refugiados y abriendo las fronteras para ello. Esa posición fue acompañada por una ola de solidaridad social en el país.  La gente salió a recibir a los refugiados a las estaciones y se habló de la “cultura de la bienvenida” ¿Cómo surgió ese movimiento de solidaridad y qué queda de él?

Primero, nos gustaría decir que la política de Merkel no era tan humanitaria, tan abierta a la migración como trataron de proyectarla, especialmente a nivel internacional. Porque, al tiempo que se anunciaba que se abrían las fronteras para recibir a los refugiados, el gobierno impulsó reformas  restrictivas en las políticas de asilo y puso a debate el tema de los hotspots -grandes campamentos para aislar a los refugiados y facilitar su deportación-. Así que, la situación que tenemos ahora en Moria es consecuencia de políticas que el Gobierno de Merkel ha impulsado siempre y que prosiguen en la nueva propuesta de Von der Leyen.
Volviendo a la situación de 2015; es cierto que Merkel debía reaccionar de alguna forma a la crisis de refugiados – ¿la crisis?  No diríamos crisis de refugiados, sino crisis de los sistemas Schengen y  Dublin-. Debemos tener en cuenta que en aquel momento las fronteras entre Turquía y Grecia estaban relativamente abiertas, porque Erdogan instrumentalizaba a los refugiados que provenían de la guerra de Siria para presionar a la Unión Europea. Añadiría que la gente que estaba migrando no se quedó quieta, tomaron la iniciativa, avanzaron y organizaron marchas. Ahora se cumplen 5 años de “las marchas de la esperanza”. Aquel no fue el verano de “la crisis de refugiados” sino “el gran verano de la migración”. Otro factor importante que impulsó la llamada “cultura de la bienvenida” fue la movilización de la sociedad civil alemana. Los cientos de muertos en el mediterráneo, la abolición del del sistema de rescate, la relevancia que adquirió el tema en los medios de comunicación, los éxitos electorales de la extrema derecha… hicieron reaccionar a mucha gente. Todo ello dejó en evidencia que la intención de convertir a Europa en una fortaleza no funcionaba y que se debía de ofrecer alguna respuesta.
Esos factores empujaron al gobierno hacia la llamada “cultura de la bienvenida”. Merkel aceptó durante un tiempo que el sistema de Dublin no funcionaba. Asumió que no se podía seguir reteniendo a los refugiados en los países del sur de Europa y que Alemania debía de aceptarlos. Esa posición el gobierno la vendió a nivel internacional, aunque fuese algo simbólico, porque sabemos que en la práctica aplicaba políticas mucho más restrictivas.  
Realmente esa “cultura de la bienvenida” fue una reacción espontánea de mucha gente. Una reacción humanitaria ante la falta de respuestas del estado y de las grandes ONGs. Hubo una gran ola de solidaridad. Es cierto que una parte de todo esto se quedó en la parte caritativa y paternalista, pero al mismo tiempo sirvió para que una nueva generación de jóvenes y de refugiados se organizasen. En la actualidad, una parte de los movimientos que surgieron en aquella época se mantienen.
 
Pero, desde esa posición inicial hasta ahora, se ha vivido un cambio drástico: se han endurecido las condiciones para facilitar el asilo y el sistema de cuotas no se ha respetado. Junto a ello, se ha pasado a militarizar las fronteras europeas y a intentar externalizarlas, todo ello con la intención de frenar la llegada de refugiados a Europa. ¿Qué es lo que explica este cambio de posición? ¿En qué medida se justifica ese cambio de posición por el fortalecimiento de las extremas derechas?

Existen conexiones, alianzas… entre la extrema derecha y los aparatos del estado (…) porque la extrema derecha está infiltrada dentro de las instituciones del estado

No es tanto un cambio total de políticas sino que al principio había un cierto discurso político humanitario que empujó al gobierno (durante unos momentos) a dar por acabado el sistema de Dublin y aceptar la llegada de los y las refugiadas. Aunque, en la practica, se mantuvo una política ambigua por parte del gobierno, con un discurso aperturista pero aplicando medidas cada vez mas restrictivas  – o por lo menos utilitaristas y selectivas abriendo algunas pocas posibilidades de acoger solamente a profesionales altamente cualificados-.
Después, a partir de 2016, hubo un cambio en el discurso público, que la extrema derecha forzó, y al que el gobierno reaccionó. Un discurso que decía que venían demasiados, de que era demasiada gente. Incluso en los medios de comunicación hubo campañas de criminalización de los refugiados. Todo ello cambió rápidamente la atmósfera social.
 
El crecimiento del terrorismo ultraderechista es un fenómeno que se está dando a nivel global, pero que en Alemania lleva ocurriendo durante años. A ello se le suma que existen relaciones sin esclarecer entre estos grupos ultraderechistas y los aparatos del estado.
La violencia física por parte de la extrema derecha contra los migrantes, contra gente de izquierdas, no es un fenómeno nuevo.  La fundación Amadeu Antonio contabilizó 208 asesinatos desde los años 90 hasta ahora, de autoría de la extrema derecha. Pero el estado solo ha reconocido 15 de ellos como asesinatos políticos.
Es algo que ocurre y que goza de una gran impunidad. Ello se debe a que la fiscalía, la policía… no investigan por igual a la izquierda que a la derecha. Existen conexiones y alianzas entre la extrema derecha y los aparatos del estado. Esto ocurre porque la extrema derecha está infiltrada dentro de las instituciones del estado.

Es necesario pasar a la ofensiva, por ejemplo planteando temas como la legalización general de los migrantes

Un ejemplo de los nexos existentes entre la extrema derecha y los servicios secretos,  es el asesinato de  Halit Yozgat por el grupo NSU (Clandestinidad Nacionalsocialista) en la ciudad de Kassel. Halit fue asesinado en 2006 en un cibercafé. Después salió a la luz que durante el asesinato estaba presente el señor Andreas Temme, un funcionario de los servicios secretos. Pero nadie sabe qué hacía ahí, si lo sabía de antemano. Lo cierto es que en el entorno del grupo NSU había un gran número de agentes secretos, informadores del Servicio Secreto, y esta conexión nunca se ha esclarecido.
 
Desde posiciones de izquierdas antifascistas y antirracistas, ¿cómo se pueden combatir estas tendencias xenófobas? ¿Qué papel pueden jugar los movimientos antirracistas o de migrantes para democratizar la sociedad?
Existen diferentes estrategias para responder a la extrema derecha. La primera clave es confrontarla en la propia calle. Confrontar sus marchas, confrontarla en sus apariciones públicas, no dejarles el espacio público. Este es un elemento importante, no cederle el espacio público. Intentar proteger a la gente vulnerable de su violencia.
Una segunda clave: es muy importante apoyar a las víctimas y  familiares de atentados racistas. Investigar y luchar contra su criminalización, porque muchas veces hay una inversión del papel víctima-delincuente en las investigaciones policiales. Es muy importante protegerles, luchar contra la impunidad de la violencia. Por último, darles voz a las víctimas, a los familiares, visibilizarlas.
Aun así, como estrategia, es importante no estar siempre a la defensiva. Es necesario pasar a la ofensiva, por ejemplo, planteando temas como la legalización general de los migrantes. Ideas como: derechos humanos para todos o ciudadanía para todas. En definitiva, no solo reaccionar a la violencia racista, sino realizar campañas ofensivas en favor de derechos sociales y de ciudadanía globales.
Al mismo tiempo, se debe destacar que la cuestión migratoria es consecuencia de un sistema neo-colonial. La relación entre Europa, África, Asia y América Latina es una vieja relación de explotación, basándose en la historia colonial. El racismo actual es la expresión de esa explotación. Mientras no ataquemos estas relaciones de poder sistémicas jamás podremos acabar con el racismo.
Para finalizar; Debemos ser conscientes de que el cierre de Europa no es solo un problema alemán, sino un gran problema de Europa; con los 30.000 muertos en el mediterráneo, Moria, los hotspots… Hasta ahora no ha habido realmente una respuesta común europea y mientras no la haya, no tendremos ninguna oportunidad de cambiar este sistema.
 
¿Cómo se está respondiendo a la grave situación generada por el Covid 19, que ha afectado especialmente a  colectivos  como el de los migrantes?

La situación que la pandemia ha generado ha desmovilizado de una manera muy fuerte a movimientos que antes estaban muy presentes en las calles

Primero, tenemos que tener en cuenta que la situación que la pandemia ha generado ha desmovilizado de una manera muy fuerte a movimientos que antes estaban muy presentes en las calles. En los últimos años se habían realizado grandes movilizaciones por los derechos de las y los migrantes. Todo eso no ha sido posible con la pandemia. Sí que han existido apoyos humanitarios, por ejemplo a los campamentos, donde no se respetó de ninguna manera el “distanciamiento social”. Se han realizado denuncias de que no se están respetando los derechos más básicos, como la salud de las personas.
Ahora se trata de retomar algunas actividades. Y se están retomando. Aunque es difícil estar en la calle, con mascaras, con distancia… es importante seguir luchando contra la Europa “fortaleza”, y en favor de abrir fronteras. Son luchas que deben de impulsarse.
Una dificultad añadida se encuentra en que no queremos estar junto con la derecha, que actualmente se manifiesta en contra de las medidas de seguridad contra la pandemia. Nosotros  y nosotras no estamos en esas posiciones. La pandemia existe y tenemos que encontrar formas de protegernos pero sin renunciar a la lucha.
Susanne Schultz & Martin Rapp
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