Elkarrizketa: Marisa Castro

El problema fundamental es el cambio climático

Marisa Castro

 

 Marisa Castro, investigadora y extrabajadora de energía solar fotovoltaica, y activista de Ekologistak Martxan

 

¿Cual es el diagnóstico que tratáis de transmitir en la cuestión de la crisis ecológica y el cambio climático, en el momento que vivimos?

Estamos en situación de alarma roja. Estamos en la situación que estamos porque todos los políticos y las políticas de este planeta, los realmente nos están gobernando, hicieron pira en clase el día que nos enseñaron que la materia y la energía ni se crea ni se destruye, tan solo se transforma. Se están dedicando a extraer lo que hay en el suelo, sin dar nada a cambio, sin pensar que todo eso viene del dióxido de carbono que acumularon las plantas y generó la atmósfera que podemos respirar, y si lo quemamos se va a volver a transformar en CO2 y todas las sustancias tóxicas que acumularon en esos años. Hemos vivido del petróleo y el carbón, y ahora también del gas, sin darnos cuenta de que toda esa energía era prácticamente gratis, en la que tú inviertes 1 en extraerla y en refinarla y sacas 80, 90 o 100. Esta es la tasa de retorno energético, que en el petróleo según muchas investigaciones, hasta 1940 era >100 y hoy está entre 8 y 15 por la explotación de recursos de más baja calidad, que requieren de más energía en la extracción y refino. Aún así, esto sigue siendo prácticamente gratis. A la par, nos dicen que la energía solar no es 100% eficiente, que la energía eólica no es 100% eficiente etc. cuando la física nos dice que siempre se pierde algo en el camino. cuando calculamos la eficiencia (y el coste) de los combustibles fósiles, externalizamos todos los procesos iniciales desde la planta que transformó el CO2 y la energía solar, sometida durante miles de años a elevadas presiones y temperaturas, y los derivados de toda la contaminación y calentamiento global que produce su uso. No podemos hacer este debate en términos falsos de costes y eficiencias medidas en escalas diferentes que no son comparables. Nos hemos acostumbrado a extraerlo todo y a que tenga la mayor eficiencia instantánea y eso es insostenible a todos los efectos.

 

En el discurso dominante, cuando se habla de la economía se trata de imponer la visión de una vía inexorable, sin alternativa, y en esta cuestión también lo observamos, más allá de que  se acepte que algunas energías alternativas sí que son necesarias. Pero se parte de que no se puede funcionar de otra manera. ¿Es posible un modelo energético diferente que mantenga los estándares de bienestar a los que nos hemos acostumbrado en nuestra sociedad?

Teniendo en cuenta todo lo que estamos emitiendo a la atmósfera, es necesario otro modelo, por que todo eso nos está revirtiendo. Fíjate que la temperatura media global ha subido cerca de un grado y la cantidad de catástrofes, inundaciones y sequías, que están ocurriendo están relacionadas con este fenómeno. ¿Es posible? Sí. Porque si tú miras la relación entre el nivel del índice de bienestar humano y el gasto energético per cápita, en un principio la relación es ascendente a gran velocidad en ambos casos. Pero a partir de un grado de bienestar, por mucho que se aumente el gasto energético, el aumento de la calidad de vida es mínimo. En un estudio a nivel estatal que hicimos en 2009 desde la confederación de Ecologistas en Acción, analizamos cómo y cuánto podemos  reducir las emisiones, reduciendo los impactos ambientales y el consumo de energía sin menoscabo de una verdadera calidad de vida, desarrollando programas de ahorro y eficiencia energéticas. Este estudio era en el marco de transición hasta 2020, y sólo para la generación eléctrica, que es sólo una quinta parte de la energía total que consumimos. Actualmente estamos trabajando en un estudio de cómo hay que hacer para en 2050 estar totalmente des-carbonizados ¿podemos mantener esa calidad de vida sin el abuso de petróleo, energía nuclear y carbón que hacemos? Los estudios nos dicen que sí. Reduciendo lo que malgastamos,  mejorando eficiencia energética y utilizando las renovables que ya sabemos utilizar muy bien.
Pero estamos perdiéndole tiempo. Hace décadas que conocemos el calentamiento global, pero no se ha afrontado. En ese tiempo, en estos 25 o 30 años, el capitalismo se ha hecho peor. Incluso, no puedes garantizar que tu panel solar esté producido en tu país o en tu área, puede venir de cualquier parte del mundo, sólo importa su coste en euros, no puedes poner aranceles y probablemente esté producido en condiciones muy desfavorables para los trabajadores. Y hemos perdido ese tiempo, emitiendo un montón de contaminación. Se ha afianzado el libre mercado, pero no se han mejorado las condiciones de los trabajadores ni las ambientales. No se dice que ese panel no puede estar hecho en una fábrica medio esclavista, que en China no tienen los requisitos ambientales que tenemos aquí… Técnicamente, yo tengo la seguridad de que es posible y sería mucho mejor. Pero hemos perdido mucho tiempo con todas esas emisiones en la producción y el transporte de mercancías, en lugar de hacer la inversión en paneles solares y molinos de viento.

 

“Técnicamente es posible desarrollar otro modelo energético. Política y socialmente, yo creo que aún no es posible. No hemos conseguido crear la conciencia y las condiciones para ese salto a otro modelo. Y es ahí donde tenemos que trabajar más.”

 

La cumbre de París alimenta el relato de un compromiso de los estados a favor del medio ambiente. Sin embargo, los grandes acuerdos económicos que se están gestando como el TTP y TTIP profundizan en el libre mercado y, si es posible, con menos obligaciones ecológicas aún. ¿Cual de estas dos líneas es la preponderante? ¿Es posible una alternativa?

Hay una contradicción tremenda. Pero, ¿qué pasó con Kyoto? Los mecanismos que se permiten en esos acuerdos por los que se reduce en algunos países pero no en otros, que suelen ser los que más emiten a la atmósfera, no tienen un valor real. Es el planeta en su conjunto el afectado. Nos afecta a todas. La nueva forma de trabajo de las naciones unidas, en la que los países deciden cuál será su compromiso de reducción, no funciona. Los planes de reducción de emisiones que se plantean inicialmente para la próxima conferencia de la ONU sobre cambio climático, en París, nos avocan a un incremento de 2.7 ºC, superior al aumento de 2ºC a finales de siglo acordado anteriormente.

Está claro que se imponen los acuerdos de libre mercado. En el fondo, sin embargo, el cambio climático debería ser una oportunidad increíble. Pero no para una economía verde capitalista, que quiere poner valor monetario a los bosques, sino para una economía local, renovable y menos contaminante.

París es importante. Porque es fundamental detener este proceso destructivo. Pero no es suficiente. Ocurre lo mismo que con el debate del pico del petróleo. Hoy ya no es “el problema” fundamental. El problema fundamental es otro: el cambio climático. Si quemamos todo el petróleo que conocemos, la temperatura ¿cuánto va a subir en el planeta? ¿Cuantas especies, fundamentales para el planeta, desaparecerán? ¿Hasta dónde va a llegar el mar? ¿Va a llegar hasta Bilbao? Lo va a inundar todo, y gran parte de la población del planeta vivimos en las costas. Seguimos sin percibir que el cambio climático va a tener unas consecuencias increíbles. Hay estudios muy creíbles, como cita Noami Klein en su último libro,  que nos dicen cuánto carbono podemos quemar hasta 2050 para mantener la subida de la temperatura en 2ºC, y eso significaría dejar en tierra el 80% de las reservas fósiles que conocemos a día de hoy.

Me encantaría decir que vamos a poner límites al sistema de libre mercado y se va a imponer una cultura de hacer frente al cambio climático, pero a día de hoy no es esa la tendencia.

 

¿Qué destacarías como ejemplo o interesante de lo que está haciendo de cara a construir una alternativa a este modelo económico y energético?

Una de las claves es la economía local y, en ese sentido, aquí existe mucho comercio local. Es mucho más fácil a pequeña escala. Técnicamente es posible desarrollar otro modelo energético. Política y socialmente, yo creo que aún no es posible. No hemos conseguido crear la conciencia y las condiciones para ese salto a otro modelo. Y es ahí donde tenemos que trabajar más.

Solo si mucha gente se pasa a una cooperativa que comercializa energía renovable, va a dar el cambio Iberdrola. Si un gran grupo de gente decide dar el paso de poner un panel solar para auto-consumo, podremos generar otra situación. Aunque es ahora cuando las grandes empresas del sector eléctrico, Iberdrola entre ellas, han conseguido que se legisle contra las instalaciones solares de auto-consumo, lo cual es una señal. Tenemos todos los tejados desaprovechados mientras en New York se lo están planteando al revés. Todo es posible. En Euskadi, somos mucha gente en muy poco territorio, pero con el aprovechamiento de biomasa, sol y viento seguramente una parte muy importante de los que consumimos se puede conseguir de renovables. Sobre todo si reducimos nuestra huella de consumo, haciendo que todo sea más local y dejamos de derrochar como lo hacemos como sociedad. Seguro que podemos hacerlo, mejorando además la economía propia y las condiciones laborales locales. Sabemos como hacerlo.

 

“Hay que analizar no sólo cuanto cuesta la transición energética, sino cuanto empleo puede crear, el daño que estamos haciendo al planeta y a la salud de las generaciones presentes y futuras con las emisiones y las formas de conseguir energía actuales y el favor que les haríamos…”

 

Más allá de lo que podemos y debemos hacer a nivel doméstico o individual, tenemos la cuestión del sistema productivo. En los últimos años, con la coartada de la crisis económica y financiera, se ha buscado por parte de la patronal con la aceptación de los gobiernos, aumentar lo que llaman competitividad de las empresas a costa de los trabajadores y trabajadoras (destrucción de empleo, precariedad, empeoramiento de las condiciones laborales,…) cuando el principal problema de esas empresas era la alta factura energética. ¿Es posible la transición energética que planteas, también en el ámbito productivo?

Técnicamente todo es posible. Es cuestión de prioridades en las políticas públicas. Seguramente, habría dificultades, pero no se ha abordado en serio esta cuestión. Como te decía antes, a nivel político se está muy lejos de estas propuestas. En el mundo sindical sin embargo, por ejemplo con el tema de Garoña ya se dio un paso importante a la hora de decir que el empleo es importante, pero ¿a costa de qué? En las últimas elecciones, sin embargo ya se ha visto que partidos con peso como EHBildu, Equo y muchos ya han incorporado el tema de las energías renovables y ahí se abre un caminito. Debería ser mayor. Sin duda. Pero es cierto que estamos dando un paso que es una oportunidad para todos. No es lo mismo trabajar en la extracción petróleo que tienes que irte a Argelia, o trabajar en Petronor o trabajar haciendo paneles solares o en eólicos. ¡Por cuestiones de salud laboral en el trabajo!

Los partidos, las empresas, los sindicatos… cada uno debería utilizar los resortes que tiene cada uno en su ámbito para hacer frente a ésta cuestión. Porque es una cuestión prioritaria. Y esa conciencia debemos adquirirla todos. El empleo es importante. Los 400 de Garoña han sido muy importantes para el gobierno español para justificar el mantenimiento de la central, pero en la crisis se han destruido 65000 empleos en empresas de energía renovables y no se ha hecho nada para mantenerlos o protegerlos por razones estratégicas. El máximo empleo en renovables en el estado español fue de 136000 empleos en 2007. A día de hoy hay 70000 más o menos. Y todo en empresas pequeñas o medianas, en cualquier caso en empresas de no más de mil trabajadores. Esto social y económicamente le cuesta al estado y le cuesta a la gente. Y a futuro nos cuesta a todos. Y hay que tener en cuenta que estas empresas, las dedicadas a la energía renovable crean más empleo por kilovatio que las dedicadas a energías fósiles, un empleo más local, productos necesarios, empleo más saludable, beneficio directo e indirecto a la sociedad etc.

Hay que analizar no sólo cuanto cuesta la transición energética, sino cuanto empleo puede crear, el daño que estamos haciendo al planeta y a la salud de las generaciones presentes y futuras con las emisiones y las formas de conseguir energía actuales y el favor que les haríamos… Hay que cambiar el modo que utilizan los lobbies de presión y los gobiernos de analizar qué es gasto y qué es inversión. ¿Por qué renovar un tramo de carretera “es un gasto”, mientras que hacer una nueva, con todo el gasto energético y los destrozos del entorno que llevan asociados “es una inversión”? Hay que hacer las cuentas de otra forma. Por ejemplo, las energías renovables no causan ningún daño una vez que están en marcha. En cambio las centrales de ciclo combinado como Boroa, con sus emisiones que van a la atmósfera de todos y todas, están constantemente externalizando el coste de su actividad. Si analizamos los costes en dinero instantáneo, está claro que se impone la lógica capitalista actual pero si analizamos el coste de una camiseta hecha en China y otra en hecha en Ordizia en kilovatios-hora,emisiones de CO2, salud y empleos locales, el resultado cambia: esos kilos de CO2, no aparecen en la contabilidad pero el planeta los coge. Ante esa situación todos podemos hacer cosas.

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